Huesca, 24 de agosto 2004, siete de la tarde. No es nada nuevo que María llegue a una nueva ciudad con todas sus pertenencias. Sin embargo, esta vez es diferente.
Nació en Italia, en un pequeño pueblo pesquero cerca de Palerrmo. Y, si bien es el lugar dónde menos tiempo ha vivido, le gusta proclamar que corre sangre siciliana por sus venas.
El hambre de conocer mundo y la determinación de María pudo con la fuerte resistencia de su padre, y a los diecisiete años cogió un vuelo a Londres, para, en principio, aprender inglés con una pequeña beca que había conseguido estudiando por las noches a escondidas. Pero el torbellino de la metrópoli inglesa la embrujó y terminó quedándose una larga temporada. Los primeros años resultaron bien difíciles: había muchos empleos pero todos duros y mal pagados, sobre todo para una mujer sola, sin experiencia y extranjera. María era una luchadora nata y no pensó nunca en rendirse. Un par de años después tenía un título universitario, un buen empleo y vivía en un piso agradable situado en el barrio de moda. Se sentía totalmente integrada e identificada con la mezcla heterogénea de bohemia y sofisticación que reinaba en la capital británica a finales de los ochenta. Disfrutó intensamente cada instante de los ocho años que vivió ahí y, aun siempre sabiendo que se trataba de una residencia temporal, nunca habría imaginado que Madrid pudiera ser su siguiente parada.
Sentada en su nueva cama sin hacer, rodeada de maletas, cajas y bolsas esparcidas por todo el suelo, María sonríe pensando en el largo recorrido que le ha llevado hasta aquí, mientras espera nerviosamente que llegue Jorge. Intenta recordar lo que sintió al recalar en la cuidad del oso y del madroño quince años atrás. Pero es imposible. No entiende lo que le pasa, por primera vez una mudanza le pone nerviosa y le impide pensar con claridad. Se levanta y da unos pasos hacia la ventana. Desde la habitación del apartamento de Jorge la vista es preciosa: las decenas de variantes del color tierra de los tejados del casco viejo trasmiten un equilibrio perfecto entre los elementos naturales y la creación humana. Respira hondo como para impregnarse de esta armonía e intentar liberar parte de su ansiedad y la creciente impaciencia de ver al culpable de ese último traslado. Vuelve a intentar recordar el camino que la ha llevado hasta la capital oscense. “¿Por dónde iba? Ah sí…”. Hace un ligero movimiento de cabeza de un lado al otro acompañado de una amplia sonrisa, como si se burlase de sí misma.
Lo cierto es que la siguiente gran mudanza fue más extraña: sucumbió a los encantos de un bello nórdico y se fue a vivir a Copenhague con él. Por entonces, María llevaba ya un lustro en la capital castellana y le encantaba. Había edificado, no sin esfuerzo, un gran círculo de colegas, amigos y conocidos y se había implicado en una multitud de actividades profesionales y culturales que la capital española ofrecía: activismo en asociaciones, conferencias y charlas en escuelas de negocio, clases de baile, de idiomas, seminarios de teatro….en resumen, fue un periodo de intenso desarrollo personal. Pero la embriaguez amorosa que descubría por primera vez a sus casi treinta años, el ansia de vivir algo nuevo cada día y la fascinación por la cultura escandinava que había descubierto en las clases de danés, fueron decisivos en su impulso de partir hacia el norte sin mirar atrás ni un instante.
“¿Cuánto tiempo viví en Dinamarca? ¿Seis meses? ¿Un año tal vez?” se pregunta con la mirada perdida a través de la ventana. Lo único que le queda claro es que no fue su época más feliz. Se adaptó rápidamente al estilo de vida escandinavo pero ni el encanto de sus coloridas casas, ni la belleza de sus tiendas de diseño fueron suficientes para compensar la escasez de luz y también, tal vez, de amor.
“¿Dónde se habrá metido Jorge” María está muy impaciente. Necesita hablar con él, ya.
Jorge es aragonés de pura cepa, de familia montañesa. Y como ella, ha tenido una vida de más de treinta y cinco años de grandes experiencias, aventuras y desventuras. Le conoció por Internet; charlaron unas cuantas veces de música, arte e incluso de política y filosofía. Se sentían muy a gusto intercambiando ideas y opiniones, nutriéndose el uno del otro a través de sus vivencias respectivas. Tras varias semanas, él le invitó a pasar unos días en Huesca, aprovechando un concierto en cuya organización tomaba parte. Ella no dudó ni un instante en preparar maleta y alquilar coche. En un principio iba a ser un viaje de amistad, música y turismo. Lo que no imaginaban es que iba a ser el principio de algo que ninguno de los dos habían vivido antes.
María vuelve a reírse de si misma: “ni siquiera sabía con exactitud dónde colocar Huesca en el mapa hace poco más de dos meses y aquí estoy poniendo mi jarrón preferido delante de la ventana del salón". Lo cierto es que todo fue muy rápido. Se acuerda perfectamente de cada momento de ese primer fin de semana en la capital altoaragonesa. Punto de encuentro, el Casino. Aunque ahora le parezca increíble, le costó encontrarlo. Es verdad que la entrada al corazón de esta villa no es fácil para un forastero. Pero sea por el ambiente y los atractivos de la ciudad, por el maravilloso día de sol que hacía ese seis de junio o quizá un poco también por el amor latente que presentía en su corazón, le encantó desde el primer momento.
"¿Qué tal mi bambina?" Jorge acaba de entrar por la puerta. María se echa en sus brazos sin emitir palabra: no sabe por dónde empezar pues ¡tiene tantas emociones fuertes entrecruzadas en la cabeza! Además ¿qué le va a decir si ella misma no entiende que le pasa?
Disfrutan la tarde y buena parte de la noche desembalando cajas y bolsas entre pequeñas discusiones sobre dónde va a ir cada objeto, alternadas con muchas risas de complicidad, hablando de los planes del día siguiente, de las vacaciones juntos, las próximas navidades... Jorge vive con ilusión la llegada de María a su mundo y no le importa cambiar la configuración de su pulido apartamento de soltero para que ella pueda sentirse en hogar, moviendo muebles, descolgando cuadros y aprovechando cualquier acercamiento físico casual para acariciarla, abrazarla y besarla. Incluso llega a pedirle que se case con él. Dos veces. Pero ella hace como si no le hubiese oído, son demasiados sentimientos y sensaciones entrelazados para un sólo día.
Acaban exhaustos a las cuatro de la mañana. Hacen el amor apasionadamente con el resto de sus fuerzas antes de caer rendidos en la cama de matrimonio recién hecha.
Al poco, María se despierta y a pesar de la maravillosa tarde que disfrutó con "su chico", sigue igual de intranquila y atormentada. A su lado, Jorge duerme profundamente. Las primeras chispas de luz ya atraviesan las cortinas y dejan entrever sus viejas maletas vacías en el suelo. María queda observándolas. Se da cuenta de que están destrozadas, tantas mudanzas las había desgastado poco a poco hasta el punto que ya no podrá utilizarlas de nuevo. Ese había sido su último viaje. Siente por fin una revelación, una inmensa paz interior como jamás antes. Todo es perfecto.
Entonces se levanta suavemente para no despertar a Jorge, va al salón a por papel y bolígrafo. Se sienta delante del balcón desde el que se adivina la silueta de la bella catedral gótica de “su” ciudad. Queda mirándola por unos segundos, sonríe misteriosamente y escribe dos palabras. Vuelve a la habitación, deposita el papel sobre la mesilla de Jorge y retoma el sueño.
Relato ganador del II Concurso de Relatos Cortos organizado por la Agrupación Local de Huesca del PSOE. La autora es Daniela Jouet.
"Igualdad de Derechos. Igualdad de Oporunidades. Progreso para todos."8 de Marzo de 2010. Día Internacional de la Mujer.