Después de unos minutos de agradable charla en los que intentas quedarte con todo lo que escuchas, hablando de lo pasado y del presente, tenía que surgir alguna frase fruto de la experiencia de un oficio aprendido día a día y de muchas horas sólo, pensando. “Los zapatos de ahora ya no tienen cimientos, y un zapato sin cimientos es como una casa sin cimientos, cuando se estropean, no hay como arreglarlos.”
Al final, me vine sin la foto que quería hacer del empedrado de la casa. Pero bueno, a cambio tengo las de Sebastián. Sebastián Pérez, Zapatero.
martes, 30 de diciembre de 2008
EL ZAPATERO DE TORRECAMPO
Sebastián no recuerda cuantos años puede tener la casa en la que vive. Sólo sabe que con dos años su familia fue a vivir a ella, desde la casa de su abuela en la Calle Gracia, la calle principal del pueblo. Su casa de toda la vida está en la Calle Vieja. Y allí, en un pequeño cuarto que da a la calle principal, el único que lo hace, ha trabajado durante más de 53 años como zapatero.
Cuando él aprendía el oficio había 23 zapateros en el pueblo, Torrecampo, Córdoba, que ahora tiene una población de unos 1500 habitantes.
Ahora él es el único que mantiene este oficio en el pueblo, y seguro que uno de los pocos que quedan en todo el Valle de los Pedroches. Y si queda alguno será de su edad, un dato que me fui sin saber, pero que por los años trabajados supera ya la edad a la que debería de estar ya disfrutando de su ganado descanso.
Es 30 de Diciembre de este año vertiginoso que termina, y él está allí, trabajando, con su ventana abierta, aprovechando todos los rayos del sol que hoy calienta y a mí me han hecho agradable el paseo de la mañana.
He parado a mirar una ventana redonda de ventilación de la camarilla de la cubierta de una casa frente a la suya, puede que la única redonda del pueblo, y él me ha llamado la atención sobre la misma “Es curiosa la ventana, ¿verdad?”. En el fondo, a mí la ventana no me llamaba ya la atención, yo lo que quería era charlar con él. El día anterior había pasado por allí de nuevo, por delante de esa ventana que en otras ocasiones me había parado a mirar y que ya tenía en alguna fotografía, pero ese día me había fijado en el pasillo empedrado de la casa al otro lado de la calle, que tenía la puerta entreabierta. Me dijeron que allí vivía el zapatero del pueblo.
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